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digno del cnstiano. La meta de vida cristiana es precisa– mente la vida de Jesucristo, Dios y Hombre. El vivir hu– mano de Dios, es la meta y la ley del vivir divino del hombre. Esto es grande y lamentablemente trabajoso para el hom– bre, pero esa es su ley y su meta propia; cualquiera otra le degrada. Pensar, desear, estimar y comportarse como obró pensó, estimó Dios siendo hombre, Cristo nos lo sefialó com,) objetivo de vida: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». La vida humana no es, pues, frivolidad ni pasatiempo; es esfuerzo, es lucha dura por conquistar el más alto ideal de vida: vivir como Dios. El honor del hombre está en mantener su vida acorde con su dignidad. La dignidad del hombre está en su reflejo de divinidad. El reflejo de Dios en el hombre está en su es– píritu, en el alma. El camino, pues, para mantPner la altu– ra de la dignidad, está Pn la vivencia del e&píritu; lo carnal, lo corporal mandando en el hombre, constituye la caída y bajeza del hombre; la prostitución de su dignidad. Por el dominio natural que al espíritu corresponde ejer– cer sobre el cuerpo, resulta siempre vergonzosa la vitaliza– ción corporal en los procesos carnales, en los que el espíritu queda como ahogado o anulado; esta vergüenza, que es no– bilísima reacción del espíritu, se manifiesta incluso en la se– xualidad ordenada, en la lícita; prueba patente de la bajeza e inferioridad de su acto. Por el cuerpo se asemeja el hom– bre a los brutos y se diferencia del ángel y de Dios. Dios se rebajó, se degradó al asumir la forma de hombre, se hizo 30

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