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llamo jrrveu 11 la lllW lo es. Sin embargo, la asistencia Pspo– nídica a estas películas peligrosas no puede Pn principio srr considerada como culpa gran·. Las jóvenes no dPhen juzgar como inofensiva.½ y totalmente lícitas para ellas las ¡wlícu– las 3. por la sola razón de su c1asificación. DOCTRINA DE LA IGLESIA Del cine ha hablado rnuclw la lglP~Ía. fü Papa Pío XI tiene una encíclica sobre d cine. la <<Vigilanti Cura», clPl Q3 de junio de 1936. Citando en dla a otra Enríclica, la «Di– vini illius Magistri», sr lamenta de que «potentísimos mP– dios de divulgación corno el cine se subordinen drsgraciada– mente con frecuencia al sólo incentivo dP las pasiones )' a la codicia de sórdidas ganancias». El Papa dice quP el cine cle1JP ser moral. educador. Cual quiPra qw, haya asistido al cine )" tenga m1 ligero c<mcepto de lo que ps moral y educación. verú que rarísimamPnte el cine: busca ni alcanza estus metas de licitud. En el cine se aprende ,1 conocer el pecado y sus modos: esta es la lección mús genpral _í' ,egura c111e da a sus asistenlPs. <'.Destrucción y ruma de la~ almas», rlijo el Papa Pío XT Pn 1936 a los Delegados del Con[~rPso inlPrnacional de CirH' que se celebró en Roma Pn ahril de aquPl mi.o. qw· so1ía ser Pl cine. 1\'Iuchas jóvenes. sin Pmbargo. a pesa1' de las insis– tentes declaracionPs de la IglP~ia no Yen por ninguna partf' esa clase de cine. Para ellas todas las películas son buenas. «estún formarla.s y no les hacen daüo,,. Así se tragan ii1cori,;- 281

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