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¿ Cuúu las jóvPnPs no se han vistci I en ladas Pll la oscuridad :i ¿Qué joven no ha visto Pn la sala escenas infames y atrevi– mientos reprobables? Y yo pregunto a las jóvenes: ¿Se pue– de exponer libre y conscientementP a estos peligros?. ¿sP pueden n'r sin tentación )- peligro esas escenas? Es realmente alarmante la falta ele sensibilidad moral a que ha llegado la juventud femenina para percibir y reac– cionar ante las casi constan tPs indelicadezas y faltas de pu– dor que se prPsPncian en las salas de cine y con que se ofre– cen anle el público los personajPs de la pantalla. Es maní festación clarísima r lamenable de la acción desmoraliza– ¡fora :· lenta que Pl cinP producP en las conciencias. Resumiendo: El cine actual constituye un peligro grave para la juvc>ntucL por el ambiente amoral y con frecuencia inmoral Pll que se desenvuelve. La mayoría de las jóvenes que van al cine son mejorps que los personajes quP SP ofrP– ren en la pantalla; aquella su vida no sP atreverían a co– piarla sin rP1nordimi(•nto: p] cinP es, ptws, para ellas un mal (!jemplo, un esdrndalo. tanto mayor cuanto miÍs sugestini se presenta. La frecuPncia al cüw no ps convenienle a la juventud n1 pPdagógicn ni moralmente. No sp puede sefwlar una normn ge1wral. pPro juzgo improcedente la asistencia casi diaria; en estas cil'Cunstancias Pl cine marcarú casi con toda segu– ridad un imparto malsano Pn la juventud. C1rla quince día, podría .~er una norma prudencial. La jun•ntml no debe prPsenciar, fuera de algún cas-.1 excepcional. películas clasificarlas con 3R. y nunca las 4. Y 280
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