BCCCAP00000000000000000000528

El eme sobreexcita agradablemente las pasiones. com– place los sentidos, lleva al hombre a un mundo de ensueño; éste es su éxito que arrastra a las masas, 1wro aquí estiÍ tam– bién su peligro porque engordadas las pasiones, cebadas, re– sultan difíciles de contener cuando reclaman sus objetivos rle pecado. Tener las pasiones domadas, acostumbradas al yugo de la ley es condición ele perfección cristiana y de faci– lidad para la Yirtud, en cambio el cine las mima, halaga y da cebo. El mito clel cielo en la tierra que obsesiona las m0n– tes de tantas jóvenes es, sin duela, espejismo creado >' fome11- taclo con el idealismo de la pantalla. La clasificación moral ele las películas, que es rwcf'sidacl. tiene sin embargo, el peligro rlP hacer olvidar este otro, tal vez mayor mal del cine, que es la deformación de las con– ciencias y de las mentes. Peligro insidioso y lento, pero Sl'– guro en el cine. En el cine se aprenden y se ensalzan casi todas las malicias humanas; se amortigua la conciencin de pecado y de su transcendencia en la vida del hombre. Con la asistencia al cine se incurre fúcilmente ('11 do,, graves pecados sobre los cuales la juventud frmenina no acostumbra a reflexionar: la colaboración al fomento rlr la inmoralidad pública y la glorificación y aumrnto ele los per– sonajes viciosos o malvados. El cine es, sobre todo, una empresa económica que fun– cicma con vistas a la taquilla. Sus empresarios saben que el negocio lo dan los asistentes a la sala; agradar, pues, al pú– blico es ley normal que regula y determina el guión de la~ películas. Si la taquilla rinde más con películas inmorales. habní películas inmorales, tantas cuantas el público solicite.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz