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eme en las co11c1enoas. El pueblü que frecuente el cine no serú vigoroso y Pntusiasta en el seguimiento y defensa del bien moral. Es infantil juzgar los peligros del c111e de un modo sim– plista por los efectos imnediatos perceptible,. El mús temible efecto ele] cine actual es la perversión de la, mentes. el cam– bio de .-alores de la vida que ocasiona. El cine PS cátedra insistente, sugestiva, donde suele pre– S('ntarse corno objetivos y aspiraciones de la vida lo sensible– mente agradable, lo pasional y no pocas veces lo carnal. Los .-alares propiamente espirituales cuentan poco en el cine. El cine vitaliza y ensalza los constitutivos humanos que San Pablo llamó con frase gráfica «el hombre viejo» y que ense– iiaba debía el cristiano matar. Realmente del cine se puede (lecir que rnnstituye unél verdadera escuela ele vicios. Todas las picardías humanas sP aprendPn en {,1. El cine actual sirve a la deshonestidad mas que a cual– quier objetivo noble. El Dr. Forel afirmó: «Existe una es– cuela superior del vicio y los cines, las salas ele fiestas, los ca– barets y similares son sus aulas». El cine, por sus malas pe– lículas. fu{, clasificado por el Fiscal del Supremo, en 1916. como escuela del crimen, y el Papa Pío XII declaró que en la conjura del mal contra e1 bien entra como elemento valiosí– ~imo el cine. Llevar la vida que se insinúa y manifiesta en el eme. imitar la conducta ele sus personajes, constituiría una pníc– tica apostasía del Evangelio. De todos es sabido la conduct 1 personal y 1as esferas sociales dP rlonclP provienen general- 272

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