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lucliaclur l' ideal del que vence. La mujer mú:, deportiva deja ,u:; húbitos tan pronto como la ve>nladera femenidad se le nnponE'. La participación activa ele la mujer en espectáculos de– portivo~ PS anormal y la Iglesia no la mira con buenos ojos. Con dla la mujer e~tropea el deporte convirtiéndolo en acti– Yi<lad sexual. La mujer en competiciones deportivas es poco decpnte. poco femPnina y escandalosa. «La deportista ni sue– le ser fecunda ni suele criar bien». ha dicho un grau nw– dico 0spaiíol. el Dr. Salarnanrn. El traje en el d0porte femenino tiene importancia capi– tal. La actividad deporfrn1 que haga resaltar excesivamente las formas del cuerpo femenino o lo presenten ligeramente vestido. se hace ilícita y Pscandalosa. En esas condicimw~ no ¡mPclP la rnuj0r participar en Pspectúculos plÍhlico,. En la participación activa de la mujer en espectáculo, drportivo•;, no basta la intención recta para le¡;alizm· ,;u par– ticipación, es necesario que no haya nada externo escanda– loso. indecPntP o impropio de su condición. Será difícil que la mujPr participando en los deportes modernos de modo ,,nivo. e,t{, PXPnta de faltar a estas exigencias de la moral. El rernto. que Ps virtud femPnina, Ps casi incompatible con la participación activa ele la mujer en deportes modernos. Así ],¡ piensa la Iglesia. En el mes de julio de 1951 se hacía esta consulta a un lPÓlogo moralista: 1:Si la,; jó-veiws que vestidas con short o pantaloncito corto hasta bastante más arriba de las rodillas juegan al hasket-balL Ptc.. delante c1 e un público mixto. pue-

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