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La mortificación cristiana e, ]py de virtud y perfección. Negar estos prino¡nos. oponerse a ello~ c011 la mente o con la conducta. es hacerse mundo; el mundo que sPgú11 Nuestro Sef10r J c>sncristo es 1wgación del EvangPlio. No han faltado austeros moralistas que Jin:1 condr'rnulo la diversión como contraria al Evangelio. No lo ('S. pero ,í sospechosa y peligrosa. Aunque a veces algún tanto frí-vo lamente se diga que los santos también Sl' divirtieron, el he– cho indudable es que los santos fueron todm austeros consigo mismos, aún los más aparentemente alegrps y Pxpansivos. mortificados y poco amigos dP los ,goces de la -vida. si e, qrn' se puede dPcir que lo fueron algo. La diversión es lícita cuando estú orientada hacia la llH'– ior consecución de los fines propios de la vida en sn concPp1o cristiano, que ya hemo, dicho son eternos. La rfrn,r,;irrn. como todo gozo sensible, no pLwde sPr fin de acciones huma– nas. No se come para saborear el alimento, se comp para ali– mentar Pl cuerpo y sosteniPndo la ,~ida poder servir a Dios. Así, comer es acto bueno. No puede el hombre divertirse para gozar de la diversión, sino que el gozo ele la diversión para mejor podPr cumplir con los deberes de la vida. La di– yersión de este modo se hace lícita. No se requiere para que la diversión sea lícita. que esta intención u orientación supPrior de la diversión °l'a actual. refleja, aunque sería más perfecto y Ps meta (le santos; basta. para que sea lícita, que la diversión sea ordenada. L1 di,·r:r– sión que de algún modo no sirve a Dios, es desorcl<>w1da Y por lo mismo ilícita. En concreto: toda diversión que en ,í '258

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