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Está ya tan alejada la Humanidad, aun la cristiana. del concepto evangélico de la vida, que hablar de abstención voluntaria, de privación de gustos, de alejamiento consciente de un mejor vivir y de un más gozar, suena a blasfemia y a tontez. Hoy este tenido por tonto el que puede y no goza. Si Cristo volviese al mundo y repitiera su modo de vivir, sería juzgado por raro y tonto por la mayoría de los hombres. La sociedad moderna tiene empacho de circo, folklore, cine y jazz, que la incapacitan para la austeridad y rigidez de vida, fórmula eterna de superioridad y hombría. Una vida sin austeridad es vida colocada prácticamente fuera de las pers– pectivas de la Redención. En la estima y aceptación de los sufrimientos estú positivamente la mayor manifestación dP nuestro entroncamiento en Cristo-Redentor y del conocimien– to del cristianismo. El mundo no lo ha creado Dios para que el hombre en– cuentre en él su dicha, aunque encierre muchas posibilida– des de placer, que en ciertas condiciones lícitamente puede disfrutar el hombre. El destino del hombre no está en esté' mundo; el hombre es un ser superior a la creación visiblP, en la tierra está de paso. La razón en Dios de la estancia del hombre en la tierra es su condición de ente libre. En los planes de Dios los seres libres han de alcanzar la posesión de su fin existencial -que es su bien pleno, total- libremente, por actos de su volun– tad. Para este fin da Dios al hombre el tiempo que tiene a su disposición, el poco tiempo, porque la prueba es corta. La permanencia, pues, del hombre sobre la tierra, tiene un carácter eminentemente serio, tan serio cumo lo es su destino eterno. como el cielo, como el infierno, como Dios. :'55
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