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Para que no llegue lo último, evitar lo primero; las co– sas nunca comienzan por el fin y el principio de las cosas más grandes es frecuentemente insignificante. Tiene mucha filosofía de la vida aquel aforismo antiguo: Principiis obsta, oponte a los comienzos en las cosas que no se las puede dejar llegar al fin. En asuntos de pecado, cuanto más adelante se está, más costoso es volver atrás. El que menosprecia lo pe– queño. caerá en lo grande. Para el hombre, cuanto más gustoso es el mal, probado, má, difícil evitarlo; el beso gusta, pero es peligroso, a veces gravemente peligroso. La ley de la vida no son los gustos, sino los deberes. Sin contar con que a la larga y a veces a la corta, los placeres traen más dolores y penas que los de– beres. El beso es el símbolo del amor, sin embargo, casi todas las traiciones del amor se realizan con su beso: comenzando por Judas. Se escandalizarán muchas chicas y no me cree– rán si les digo que el noventa por ciento de los besos de los hombres son ofensas al amor, al menos, ajenos al amor. Po– cas cosas menos creíbles que el beso del hombre; es que el beso es símbolo del amor pero también es símbolo de la pa– sión y del egoísmo, tal vez más perfectamente que del amor. Las mujeres, como son más fáciles para el amor, creen clemasiado en la verdad del beso, porque el de ellas no suele c>ngañar. ¡Pero si son ellos los que las besan!, y el hombre es mucho más fácil para la pasión y el egoísmo que para el amor. Si las mujeres no quieren ser engañadas con engaños que las pueden costar lágrimas, no sean fáciles para dejarse besar. 2-i 7
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