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a los cobardes. El cfr.,tiani,mo n, la vida así y e3tá conn'n– cido de que el hombre que la mira bajo otro aspecto, estú equivocado, es ciego. La perfección, que es el objetivo final ele la estancid d 0 l cristiano en la tierra, la conseguirá cuando llegue a man– dar en sus actos la razón sobre la pasión y sobre la razón !a fe. el EvangPli<J. El día que su naturaleza obedezca dócil y constante en toda circunstancia y momento a J esucris Lo y sn ley. ese día el cristiano llegó a la meta. «Ea siPrvo bueno y fiPl, pon¡ue fuiste fiel en lo poco, Yo te constituiró sP1-10r de lo mucho». Esta visión panorúmica del cnstrnnismo, alta y trabajo– sa, no fundampnta el desaliento ni puede acorbardar a mis amables lectoras que reconozcan su propia debilidad y ha~-– ta quizú su alejamiPI1to de esta meta. Recuerdf'n la, pala– bras del Seüor: «En Pl Reino dP mi Padre hay variPdad <fo moradas». Eu el Cristianismo, como pn el firmamento, hay estrellas de distinta magnitud. Como en una guPrra donde luchan muchos soldados hay valirmtPs en vanguardia y nw– nos valientes en la rPtagw1n1ia, pero iodos colahornn acii– vamPnte al triunfo, así en la Yida; unm recibirún una feli– citación y otros una LaurPada, el caso es luchar bajo las hm1- deras de Cristo y esforzarse por pelear con ardor. En el al– ma de todo hombre presiona una fuerza que empuja hacia adelante, que busca mús; que la juventud femenina aco– ple esa fuerza a la consecución dd múximo premio, porque al fin él constituirú su único y elPrno patrimonio. Es tri,te, pensando en la juventud pletórica de fuerza vital, obsPrnir cómo la gastan muchas en aspiraciones indigna,. arra,t1-ú11- dose por la tierra sin alas.

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