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hacerte ver y querer de uno. No está bien. ni da resultado, prácticos dignos el que las chicas llamen o inviten por te– l<;fono a los chicos, fuera ele relaciones ya formalizadas. ni menos que sean ellas las que los inviten a fiestas o bililc,. es ofrecerse demasiado; los chicos muy razonablemente la, toman por frescas de las que naturalmente procuran apro– vecharse. La joven que se ofrece es aceptada pero parn el mal. Nunca crea la joven en los juramentos del novio, por sagrados que se manifiesten. cuando se los hace para conse– guir de ella su deshonor. No lo crea. miente y aunque no engañase, vale mucho más lo que pide que lo que promete. Si eres auténticamente cristiana, joven, teme para el fu– turo si el novio te ha insinuado un matrimonio controlado egoístamente; ¿hijos?, uno o dos. Si vas en este plan al ma– trimonio tu vida cobrará un cariz sombrío. estéril y de pe– cado, aunque todo lo demás salga a tu gusto y seas la envi– dia de tus amigas. Entra en el matrimonio con la firme per– suasión de que es un sacramento que tiene leyes y fines in– declinables que nunca sin infamia ni tremendas consecuen cias podrás quebrantar. No intentes, joven, amenguar la gravedad de tus caída,. ni ante tu propia conciencia ni menos antf! el joven dicirn– do que hiciste mal, pero que fué por cariño; el carif10. si e', qm, aquello puede llamarse cariño, no vale nada en com– pensación de la honra perdida. El honor de una mujer no se paga ni con el trono de un rey. Es lamentable el obser– var qw, son ya pocas las jóvenes que se sienten ofendidas por los intentos de violación de su dignidad cuando sr reali– zan Pn nombre del amor o de la amistad.

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