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más. La prudencia y recelo en el trato con los chicos se im– pone en interés sobre todo de la mujer. Es engaüada toda joven que trata a un joven con intenciones nobles y recibe de él abandono o abusos. La joven, previniendo este peligro, sea cauta y tacaüa con ellos; la jcnen ama demasiado pronto y demasiado de verdad, espere. Ninguna joven decente, y para éstas escribo, querrá que su belleza y su carif10 las goce otro que su futuro esposo; para alcanzar esto, lo seguro es no darse a nadie antes de ca– sarse. El honor perdido no se recupera. Muchos jóvenes an– tes de casarse, buscan chicas bonitas para divertirse y gozar dr! la vida; quieren infamemente no dejar secretos improba– dos y como se reconocen cohibidos una vez casados, lo hacen de solteros. La joven haga poco caso de las palabras, muchas veces son recursos galanes o de picardía para ·engaüar o deslum– brar la imaginación y vanidad femeninas. Atienda m{1s bien a su comportamiento. Por creer en palabras han tenido que llorar muchas mu– jeres. Decir esto no es quitar ilusiones, es asentar la vida en hasPs ele vPrdad. Con la mentira no se va a ninguna partP, sino es al dolor y al infierno. No quiere decir esto que los hombres son sinvergüenzas --aunque muchos sí- es decir que los jóvenes no son ni rearcionan en las cosas del amor, lo mismo que las mujeres. El joven no tiene casi nunca la sinceridad de la joven en las relaciones a no ser cuando están ya muy adelantadas y formalizadas. La joven no sufre engaüar ni traicionar el 229

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