BCCCAP00000000000000000000528

ble, pero meta asequible y aspirac10n del cnstrnno. La vida en cristiano es heroicidad y epifanía de Dios. El cristiano es un hombre que está esperando su glorifi– cación plena e inacabable, pero al mismo tiempo es soldado que está conquistado su esperanza. Sabe que sin lucha y sin sacrificios no alcanzará su meta codiciada. El tiene muy presente la lección de su Maestro: «El Reino de los Cielos padece violencia y los que a sí mismos se la hacen, son los que lo arrebatan». La naturaleza tiende al placer y lo añora, pero el cris– tiano reconoce que no es el placer la ley de la vida del hom– bre en la tierra sino la lucha. La apoteosis viene después del combate victorioso, cuanta más dura la lucha mayor gloria. Porque el hombre siente ansias inagotables de gozar hasta la saturación, por eso el cristiano que está en posesión de la ciencia de la vida, se entrega valiente y decidido a la conquista agónica del mayor bien futuro. «Oh, dichosas pe– nitencias que tanta gloria me merecieron», reveló el peni– tentísimo San Pedro de Alcántara a Santa Teresa. En el cristianismo sufrir hasta lo sumo es 3mbición le– gítima para ganar el supremo galardón. El que, pues, esté más comido de ansias de gozar, que se entregue con más vigor al sufrimiento, que suba alegre a la cruz. Porque la vida es afán, y esfuerzo y conquista insistente, por eso nada más opuesto al concepto auténtico del cristia– nismo que la frivolidad y la diversión en el sentido de libe– ración de pasiones. El Cristianismo enseñó al hombre sus valores de eterni– dad, vivir es conquistar inmortalidad y así, corno profunda- 22

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz