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maldice su amor; pero lo que debe maldecir ante todo e~ su conducta. ¿No fué el rezumo de las calaveradas el ingre– diente de su antiguo amor? El carácter predominantemente sensual hace al hombre enamorarse fácilmente del cuerpo ele la mujer; la tragedia de las mujeres nace frecuentemente de confundir ese hervor pasional con el amor. Hay una clase de escarabajos que viven en los esterco– leros; hay hombres que pertenecen a esta clase de «bichos»; joven, huye de ellos, te mancharán, son babosas. La mujer falta de cabeza, pero bella, gusta mientras pa– ra la vida basta la belleza, pero cuando en la vida es nece– saria la sindéresis, entonces aparece despreciable. No se deslumbren las jóvenes; toda Salomé arrastra una vida malhumorada, displicente, en el fondo vil y atormen– tada. Cuántas casadas que la juventud femenina contempla como reflejo ideal de matrimonio están viviendo una reali– dad trágica. En esto tienen las jóvenes el rastro para conocer la ver– dad del amor de ellos: joven que en el amor sólo busca po– c;eer. no nma. donde no hay preferencia, hay sólo instinto. En la mujer el cuerpo y el espíritu suelen ir juntos; por eso cuando ama es tan propensa a dar el cuerpo. El amor es un impulso del ser hacia la perfección. Ra– dicalmente todo amor tiende hacia Dios, plenitud de perfec– ción. El impulso sexual es la fuerza corporal buscando a Dios. 215

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