BCCCAP00000000000000000000528

su ilusión. La mujer a esto quizá no le dé importancia, se– gura ya y momentáneamente feliz, pero será raro que a la larga no tenga qne llorar su equivocada «política». Si el ca– samiento fuera para un mes... Escaparate sí, pero que la tela tenga mayor precio que el escaparate, puesto que el escapa– rate se levanta para lucir la tela y buscar compradores de la tela, no del escaparate. Los novios no tienen ningún derecho sobre la novia, no se los den las jóvenes. Las jóvenes se preocupan más de la virginidad que de la castidad en su trato con los hombres, seguramente por un interés humano egoista. Sepan que dP suyo es más apreciable la castidad que la virginidad. La castidad es virtud del alma que une con Dios, en cambio la integridad virginal es una simple forma corporal, que cobra valor únicamente por su relación con la castidad. La mujer al amar se trasvasa; amar es cosa peligrosa sabiendo que Dios tiene todos los derechos sobre el hombre. El amor humano constituye el mayor peligro de traición H los derechos divinos. El hombre puede amarlo todo, pero sin robar ningún derecho a Dios. Como el amor es don personal, el objeto amado marca la dignidad y nobleza de una persona. «¿Amas tierra?, tierra eres», decía San Agustín. Cuántas jóvenes que se reconocen felices con su amor y lo estiman como tesoro, no aman en realidad sino fango que las ensucia y envilece. Amar inten– samente un objeto vil, a un hombre vicioso. es la más clara señal de ruindad clP un corazón femenino. La chica ama al «calavera» antes de que ejecute con ellc1 sus calaveradas; después. de mártir. llora su equivocación y '214

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz