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poral y elerna. Desgraciada la chica que casada con un jo– ven «estupendo», encuentra en su matrimonio la imposihi– lidad práctica de guardar la ley de Dios. Las jóvenes, por lo regular, ven el matrimonio a travós de su fantasía y de sus deseos, casi nunca la realidad de lo que van :1 encontrar en él. Para ellas el matrimonio son unos niños guapos que quieren mucho a su madre y no la quitan el sueño ninguna noche, un marido que vive pendiente de los labios de su mujer, un hogar luminoso y pleno de armo– nía, en el que todo se condensará en reir, gozar y besar. Realmente las jóvenes deberían casarse con ángeles para no fracasar en sus sueños de rosa. Dicen ellas que las películas no les hacen daño, pero yo creo que la mayoría las llevan pa1pitantes en sus cabecitas. Es normal que una joven que aspira al matrimonio fre– cuente la sociedad, se arregle y busque agradar, el peligro está en el modo. Para conquistar un novio no todos los me– dios son lícitos, aunque sean seguros. La mujer Liene inte– n'ses superiores al matrimonio: su honor, su virtud, su sal– rnción; no pierda lo mús por conquistar lo que es meno,. El camino recto para casarse y sobre todo para casarse\ con garantías de suerte, no es atraer las pasiones del hom– bre sino al hombre. Cuántas veces se engañan sohre esto las jóvenes y cnán dolorosamente pagan este engaño, ellas y ellos. Tengo observado que la mayoría de los cónyuges des– aYenidos entraron en el matrimonio por la puerta falsa. No aparezca la joven tan artificial que cuando la co– nozca el hombre tal cual es, se reconozca engaüado y pierda • 1 1:1

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