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de los esposos. sino la procreación y la educación de la nue– va vida. Los otros fines, están esencialmente subordinados a éste que es el superior y primario::,. No es el matrimonio para el placer sino el placer parn Pl matrimonio. la le:v del placer nace de la ley y fows del matrimonio. De la estima del matrimonio sobre la virginidad o solte– ría por füws superiores, dijo también el Papa: «La renun– cia a la realización ele los fines propios del matrimonio, no es una mutilación de los valores personales y espirituales. Exaltar más de la medida, como hoy se hace no raras vece~. la función generativa, aún en la forma justa y moral de la Yida conyugal. no es sólo un error y una aberración, sino que lleva consigo el peligro de una desviación intelectual y afectiva apta para impedir y sofocar buenos y elevados sen– timientos, especialmente en la juventud todavía desprovista de experiencia y desconocedora ele los desengaf10s de la vida». En su Encíclica «Sacra Virginitas» del 25 ele marzo ele 1954 insiste ele nuevo en este error y lo condena duramente: «Recientemente hemos condenado con tristeza de nuestra al– ma, la opinión de los que llegan a defender que el matrimo– nio es el único medio de asegurar a la persona humana su incremento natural y su debida perfección. Doctrina que he– mos denunciado corno falsa y muy peligrosa». ,,Consideramos también muy oportuno decir algo sobre el error de quienes para apartar del sacerdocio y vida religiosa 0nseñan que la Iglesia de hoy necesita más del auxilio y de [a Yirtud de quienes viven en el mundo que de sacerdotes y drgenes consagradas con voto de castidad. Esta aberración es evidentemente tan falsa como perniciosa. El que con se-- 208
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