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leza no lo perdení nunca, pero la muier puede atemperarlo y hasta suplirlo en muchas de sus exigencias, sin contar con que el tiempo llegará amistosamentP a amortiguarlo. Lo que necesitan muchas jóvenes es confiar más Pll sí mismas y no esperarlo todo del matrimonio, del que realmente no necesi– tan tanto como les hace ver su imaginación y su sensibili– dad. La piedad, la contención de las tendencias al placer sen– sible, las ocupaciones y un ideal distinto del hogar pueden proporcionar a la mujer soltera vida tranquila y feliz. Ten– ga calma y piense que si muchas pían por casarse, tambi<;n hay muchas que darían cualquier cosa por poder salir del matrimonio. Cada año son más, y más serían ,;i pudieran, las que piden la separación legal. El matrimonio que sueñan las jóvenes cada día es más raro y más difícil de alcanzar. Por otra parte, no son siempre las mujere~ de más quilates las que se casan ni las casadas las más felices. Hoy menos. Hay solteras que son un tesoro, sépalo la joven y consn6lesc en ser una de ellas. Si la joven tiene entronizado en su mente el ídolo mascu– lino y está convencida que sin ól no tiene explicación su existencia ni posible solución feliz, entonces será necesaria– mente la eterna amargada, la típica solterona. pero si cen– tra su vitalidad y su afectuosidad en otros objetivos nobb, y conformes a su naturaleza encontrará muy posibh•n1e11t0 en ellos tantas satisfacciones y mayor paz qne cl0ntro ch 0 l mismo estado conyugal. Los problemas de la vida dejan clP inquietar cuando se les da una solución razonable. En el plano social y psicológico es muy posible que el matrimonio compense a la mujer las molestias normales de• la vida conyugal, aunque lo normal se está haciendo basta!l- 20(i

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