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venes de hoy que han probado el agua de las fuentes del Salvador. Al pensar en el matrimonio y tratar de los hombres. la joven tiene que poner sordina a su corazón. La atracción primera, espontánea que el hombre siente en presencia de una mujer proviene del cuerpo. es sensible. La mujer no se hace amar por la presencia sino por el trato. Ortega Gasset observó que la belleza que enamora, rara vez coincide con la belleza que atrae. Ténganlo presente las jó– venes en su convivencia con los hombres. La chica a la que gustan todos los jóvenes, no ama. pues el amor es único y rabiosamente selectivo. Cuando una mu– jer busca agradar a todos los hombres. manda en ella el im– tinto, no el corazón. Aunque lo dijo Nietzche y lo aprueba Ortega Gasset. e, mentira que la mujer casquivana «llena la cabeza <le trapos y de danza» sea, ni menos deba ser, la mujer ideal de alma~ varoniles. Lo podrá ser para un momento de flaqueza y de– bilidad, tal vez de instinto, pero nunca para llenar un alma ni para establecer una sociedad familiar responsable y digna. Pensar de otro modo supondría a la Humanidad fundamen– talmente irracional y trágica. La mujer no debe hacerse fácil conquista de los deseos del hombre; la que se regala se estima poco y vale menos. Ni ofrecerse pronto ni creer enseguida en las apariencias de amor del hombre, especialmente cuando se manifiesta apa– sionado. es muy sospechoso de falaz y pasajero, incluco el·· vil. 195
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