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Las jóvenes modernas valoran como gran conquista el que hayan podido llegar a desempeñar cargos públicos en la vida social y económica. La Iglesia no tanto. La Iglesia tiene reservas a este hecho histórico moderno. La Iglesia mira con recelo todo lo que puede amenazar al pudor y re– cato de la mujer o a su misión básica y trascendental en °1 hogar. que para la Iglesia es siempre lo primero. Es un hecho indudable que muchas jóvenes, bastantes mús de lo que parece, han encontrado en las oficinas gra– vísimos peligros y males de orden moral. Y es asimismo cierto que muchas caídas, traiciones conyugales y situacio– nes muy delicadas en la vida íntima y personal de los hom– bres, incluso no pocas al parecer ajenas a la oficina, tienP11 su causa en la presencia ele las jóvenes en los servicios pú– blicos. Las muJeres ele las oficinas por lo regular son jóvenes. la joven a la oficina va siempre, una veces por coquetería. otras por simple afán femenino de parecer bien y agradar. otras por mera exigencia social, arregladas y atractivas. Pa– ra la joven presentarse en público en siempre fiesta y exhi– bición ele su femenidad. Para la naturaleza del hombre, en cambio, aunque la presencia de la mujer a su lado también es fiesta, lo es en otro aspecto. ¿Cómo, pues, se podrá dudar de que la mujer en la oficina constituye un verdadero pro- 188
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