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La juventud femenina no debe dejarse deslumbrar por las sugestiones con que los malvados, para tenerlas fáciles a sus pasiones, la atraen halagando su natural frivolidad. Los concursos de belleza modernos son un lazo azul que los libertinos tienden a la vanidad femenina para profanar impunemente su belleza corporal. La joven que dude de esto o lo niegue, es mala o tonta. La exhibición del cuerpo de la mujer en las condiciones y circunstancias en que se verifica en los concursos de be– lleza, siempre ocasiona ruina moral. Se puede afirmar quP ninguno de los concurrentes a tales espectáculos asiste con sana intención y menos que contemple a las desvergonzadas muchachas sin mente lasciva. Manifestarse en tales condi– ciones ante esos espectadores constituye para la mujer una prostitución más o menos disimulada de su cuerpo. Los aplau– sos y alabanzas que allí se le regalan tienen mucho de gri– tos de fiera gozosa ante la presa codiciada. Las condiciones corporales quP se premian y los modos cómo se exploran, que el más elemental pudor impiden de– clarar, manifiestan la infamia de tales concursos y acusan a los organizadores de intenciones inconfesables. Las mismas desvergonzadas muchachas que se atreven a presentarse a tales concursos, más de una vez han decla -
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