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te Prontuario de la familia cristiana, su vestido revela un juicio equilibrado, el buen gusto, sus propias cualidades. Se aprecia que considera de más valor su persona que el vestido que la cubre. El alma que tiene altura, con su vestir no se presta a ser muñeca en la vida y menos quiere ser diablillo descocado que bajo pretexto de mundanidad va inoculando el veneno de la lujuria por doquier. El vestido es honra de la persona civilizada que rectamente sabe utilizarlo». Para algunas es manifestación patente de su raquitismo moral y de su vacío interior. «¿Hará falta describir los daños que producen en el orden moral las modas inverecundas, armas principales ele Sata•• nás para abrir las puertas al impudor público, atrio de la dP– pravación moral?» (Metropolitanos de España, 31 Mayo. 1957). El Card. Arzobispo de Tarragona, Dr. Arriba y Castro. decía en instrucción a sus diocesanos en este mismo año: «Basta tener sentido cristiano de honestidad más elemental para comprender que la moda de hoy en el vestir femenino es absolutamente reprobable por sus concesiones al desnudis– mo». «Afirmamos, continúa, que la costumbre ele llevar los brazos totalmente desnudos no es honesta. Nada digamos de los desnudos cada verano más descotados de pecho y espal– da. Dígase lo mismo de los vestidos exageradamente cortos». 180
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