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Por lo que tiene de nacer a lo divino, el hombre gana en ser cristiano; por lo que tiene de morir a lo humano, pierde. El hombre que permanece humano, resiste al ser cristiano por lo que tiene de divino, puesto que no quiere perder lo qu tanto estima. Pero, sin muerte no hay vida; sin morir a lo humano, no prende en el hombre lo divino. Esta realidad plantea en el hombre la crisis del ser o no ser cristiano. Si no quiere morir porque ama como vida lo que debe morir, nunca vivirá en cristiano. Para poder vivir el cristianismo hay que amar tanto el vivir divino que no se tenga inconveniente en perder lo humano. Los cristianos claudicantes, los débiles, los traidores, los que dicen amar a Cristo pero que no le siguen, son hombres que estiman lo humano sobre lo divino; hombres terrenos, sen– suales, hornbres que no quierPn morir porque para ellos la fuente de la vida está en el mundo. No han llegado a com– prender ni estimar en su valor lo divino; no son de Cristo. «Hijitos, no os engañéis; el que es amigo del mundo, se de– clara enemigo de Dios». « Vosotros no sois del mundo. como Yo tampoco lo soy». Fl cristiano auténtico, el visto como tal por Dios, es hom– bre sobrenatural. No es del mundo porque es diYino y Dios no es mundano, no tiene en el mundo sus objetivos vitales. Los bienes de Dios son todos eternos, espirituales, supe– riores al mundo sensible. El cristiano que es hombre que vive en lo humano la forma divina de vida, no puede tampoco tener como forma de su vida nada temporal ni sensible. El cristiano, como Dios, es un ser de eternidad. Si en algún 18

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