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siendo niña, de este modo indecente, se le hará casi imposi– ble mañana sentir el pudor y seguir las normas de la de– cencia. Algunas Jovenes siguen la moda porque ven en ella el modo más apto para llamar la atención y con ello atraer n los hombres; no será esto reprobable en tanto se contenga dentro del canon de la moral cristiana; quebrantado éstP, ya no es lícito segmr la moda, aunque la intención no se::1 mala. Otras jóvenes visten a la moda pensando que moda y ele– gancia rnn una mi~rna cosa. Sepan que elegancia e indecen– cia son incompatibles. La elegancia es ante todo buen gmto y lo indecente es necesariamente feo, de mal gusto. La moda puede tener otra razón por la que se haga ilíci ta y es su carestía: estar siempre a la moda, es caro. Uno de los móviles de las creaciones de nuevas modas es precisamen– te suscitar ventas, obligar a nuevas compras. Seguir la mo– da con excesiva esclavitud rara vez dejerá de crear respon– sabilidad moral por gastos superfluos. La novedad en el vestir atrae de primera intención, no siempre por móviles sanos, a los jóvenes, pero rara vez p] vestido sólo alcanza lo que las jóvenes buscan con él. El buen gusto hace más que la riqueza y la variedad. La moda en principio no es mala, lo pueden ser sus mo– dos. La Iglesia, sépanlo las jóvenes, nunca habla contra las mo– das, sí muchas veces contra sus modos. Las jóvenes, interesadamente, para justificar las formas pecaminosas de sus modas, se fijan sólo en su licitud sin atender la indecencia de aquellos. 175

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