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La moda para la inmensa mayoría de las jóvenes no es otra cosa que una manera de estar más bonitas. Es candidez, además de ser mentira, porque muchas modas son feísimas. Está más que probado que muchas modas se crean para acentuar el atractivo sensual que el cuerpo dP la mujer tienP para el hombre. Aún sin esta mala intención de los creadores de la moda. las jóvenes no deben dudar que la ligereza del vestido y ciertas formas de vestir excitan, principalmente en los jó– venes, las pasiones carnales y les sirven de ocasión, grave fácilmente, de torpes deseos y acciones más o menos ocul– tas e inmediatas. Esto, que es cierto por la condición de la naturaleza, mo. tiva las insistentes y graves amonestaciones de la Iglesia a las mujeres para que vistan honestamente, sin vestidos ceiiidos en exceso, sin ligerezas que dejen entrevPr las for– mas corporales. Respecto de esta actitud femenina escandalosa no salva lil conciencia la intención sana, o menos mala, que pneda tener la joven al adoptar formas condenadas por la decencia y moral cristiana, porque el mal y el peligro no estéÍn sólo en la intención sino en los hechos y por tanto lo que sP debe enmendar, para que no haya pecado, es el hecho, la actitud externa. Hay obras malas e intenciones malas. En 170

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