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gulos distintos. El hombre la ve desde su naturaleza, la mu– jer desde su intención. La intención en la mujer suele no ser mala, la naturaleza en el hombre sí, por eso el hombre ve mal cierta coquetería que a la mujer le parece cosa na– tural y femenina. A la mujer la engaüa frecuentemente el éxito momentá– neo de su coquetería; necesitaba esperar y ver al revolver la esquina. A algunas chicas muy coquetas y de mucho triun– fo ante los hombres, les conviene tener presente que para su mal le salen alas a la hormiga. La coquetería a la mujer no le debe servir para cazar con trampa al hombre, sino para encontrar su marido. Joven, con barro no se levantan edificios eternos; -no busques ma– ndo para un mes ni sólo para tus sentimientos porque nada más veleta que ellos, en cambio, el hombre será siempre el mismo en sus exigencias fundamentales. 1(\8

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