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Esta m1s10n de gozo que Dios señaló a la muJer en Ja tierra y sus cualidades con que la adornó, si la ganan un puesto de predilección en sociedad, al mismo tiempo son raíz de funestísimas desviaciones que acarrean no pocas veces gravísimos males al hombre y a ella misma. No cabe duda que el mayor enemigo que la mujer encuentra en la vida está precisamente en su condición y en sus cualidades per– sonales: belleza, atractivo. frivolidad. simpatía. Sin la mujer el mundo sería más triste, menos gustoso, tal vez hasta insoportable. pero tamhi011 r,; cierto que nadie ha hecho sufrir y prear más al hombre que la mujer. Nece– sita, pues, la mujc>r regir su naturalc>za, encauzar sus fuer– zas de sugestión por los caminos del bien. La mujer que ha– c<~ 11orn1a de Sll cond11cta los impulsos de s11 11aturaleza se vuelve en el mundo peor que el mismo demonio. Peligro de ruina, propia y ajena, es en la mujer la crea– ción del mito rle su bPllPzn y ntrnctivos rorporalPs. Ln mujer debe estar firmemente convencida de que su belleza y valo– res sensibles no son elementos fundamentales y únicos de su felicidad ni de la misión que tiene Pn el mundo. Al rontra– rio ha de saber que ellos son el máximo peligro. Muchas mu– jeres maldecirán eternamentP haber sido demasiado guapas. muchos hombres las han maldecido ya. En el infierno el nombre de mujer es nomhre de blasfemia parn millones de bocas. La belleza en la mujer es un arma eficacísima de muer– te. La belleza no lo es todo en la mujer. Yo he conocido a mujeres bellísimas desgraciadísimas, y hombres casados con mujeres deslumbrantes. hastiados de su esposa. No lo espere 157

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