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La vida es el bien natural ele los seres; la perfección de la vida seiiala el grado de perfección de un ser. Nada se ofre– ce al hombre en el mundo que refleje la vida en su perfec– ción como la mujer. La presencia de una mujer bella es la sombra menos sombra de la folicidad soiiada del cielo. ¿Acaso el hombre no busca y se entrega a la mujer con el ardor con que la naturaleza tiende hacia Dios? Pero el cielo femenino tiene más de apariencia que de realidad. La mujer es rnéÍs cielo mirada desde fuera, que go– zada desde dentro; por eso hay tantos hombres que dejan hasta a Dios por el gozo de una mujer y poseída la hastían y desprecian: La mujer tiene mucho de tentación, de enga– ño. Es infinito el número de hombres que han sido desgra– ciados en su vida por creer excesivamente en la verdad clPl cielo que brinda la mujer. A la mujer ciertamente la creó Dios como alegría y des– canso del hombre en la tierra; para este fin la dotó de cua– lidades especiales con las que pudiese realizar esta bella y atractiva función ante el hombre: belleza. delicadeza, espi– ritualidad, simpatía y hasta irreflexión y frivolidad que son muchas veces, lamentablemente, elementos de alegría y atractivo. Si la mujer pensase más. sería sin duda menos atractiva y sonriente y por ello menos ilusión para el hombre. 156
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