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mos la inmodestia ele aquellos vestidos que demasiado cem– clos por su estrechez, ponen de relieve las formas del cuerpo, cuyo recato exigen la fe y la propia dignidad natural. La in– modestia de los vestidos de tal manera reducidos que quie– bran la reserva y el respeto con que debe mirarse un cuerpo que fué consagrado a Dios en el Bautismo. La inmodestia de los vestidos que por su transparecencia son causa de ruina espiritual». ,<Queremos de modo particular que la Casa de Dios se<1 respetada. Nadie ose profanar los templos entrando en ellos en traje deshonesto o adoptando actitudes irreverentes. Las mujeres tendní.n la cabeza cubierta, velados el pecho y los brazos; usarán medias y evitarán los trajes masculinos, de lo contrario, no deberán ser admitidas en el Templo ni a los Sacramentos». Estas normas, con ligeras variantes en la forma, son las que han preceptuado las autoridades eclesiásticas respectivas Pn sus Diócesis ele Espafia». «No es tolerable que el vestido de la mujer llegue sólo a la rodilla», declaró el Segundo Concilio Provincial de la Archidiócesis de Valladolid. Y e1 Arzobispo de Burgos, en 1957, dijo: «Ninguna mujer que se precie de cristiana pue– de usar trajes exageradamente escotados, sin mangas ni ce– ñidos, ni transparentes, ni faldas extremadamente cortas. El uso de las medias debe ser imprescindible: ir sin ellas es sig– no de desnudez». Así todos los Obispos, así la Iglesia. Podrá haber jóvenes débiles, hasta malas, pero desconocedoras de las obligaciones de la decencia cristiana, no. 153

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