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Sería traidora a la profesión cristiana la joven que me– nospreciase tan augustas y duras amonestaciones y con una frivolidad criminal pensase seguir con una conducta contra– ria a estas normas emanadas de la suprema autoridad reli– giosa. Bien seguras podrían estar de que amarían más al mundo y al pecado que a Dios y a su santa Iglesia. Siguiendo estas directrices ele Roma apenas hay autori– dad eclesiástica que no haya hablado durísimamente y con– denado ciertas modas que emanadas de centros sociales al margen de la moral y de la decencia más elemental, deslum– bran y siguen muchas jóvenes cristianas, tales como vesti– dos ajustadísimos o excesivamente cortos, ropas transparen– tes, escotes pronunciados. Auténtica peste de corrupción de costumbres que mata la gracia divina en muchísimas almas exponiéndolas a su eterna condenación. Decía el Arzobispo de Valladolid: «Ciertos espíritus mío– pes no ven la importancia que tiene la virtud de la modes– tia y dicen que qué más da unos centímetros más o menos en el vestido: error gravísimo doctrinal y práctico. No se re– duce la cuestión a eso, es mucho más amplia y compleja. Es un conjunto de cosas, pequeñas cada una de por sí, mas to– das juntas no son una pequeñez. La modestia es tal que a veces una sola faceta muy pequeña constituye algo muy gra– ve. Es íntima la conexión de la modestia con la castidad, y la de ésta con los problemas más graves de la vida cristiana y de la misma vida natural». (Boletín Oficil de la Diócesis, septiembre 1941). Del pudor y de su relación con la castidad decía el actual Obispo de Málaga Dr. Angel Herrera, en su Carta pastoral l Gíl

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