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Iiesto que se trata de algo gravísimo íntimamente unido con la virtud cristiana, la salud corporal y el vigor y desarrollo de la sociedad. Lo dijo admirablmente el antiquísimo poeta E.nnio: «El principio de las mayores calamidades es desnu– dar los cuerpos entre los ciudadanos» ... Hoy como todos fá– cilmente pueden advertir, el vestido femenino y sobre todo el de las jóvenes, ofende gravemente el pudor que es, en frase de San Ambrosio, «compaflero de la pudicia con la cual se asegura mejor la castidad». Qué hermoso es el pudor, qué espléndida joya de la vida, exclama San Bernardo. Que no sea pisoteado por los fáciles atractivos del vicio, fruto corrom– pido de tan perniciosas libertades en el vestir y de la serie clP inmoralidades que hemos indicado y que no podemos me– nos de lamentar... » El Papa Pío XI dijo: «Es ignominioso lo que hoy suce– de entre las mujeres que dicen son cristianas, pero que real– mente cubren de infamia el nombre cristiano». «La indecen– cia en el vestir es una verdadera vergüenza para la digni– dad humana». «La inconsciencia de muchas mujeres hace que sus cuerpos se conviertan en miembros de meretrices, como decía San Pblo». El Papa Pío XII: «No es nuestro propósito el describir el triste y demasiado conocido cuadro de los desórdenes que se ofrecen a nuestra vista: vestidos tan exiguos o de tal ma– nera confeccionados que más bien que cubrir sirven para poner de relieve lo qu debieran velar; deportes en formas desenvueltas, exhibiciones irreconciliables con la modestia más condescendiente. Bailes, espectáculos y conciertos en los que el afán de diversiones y de placer acumulan los más graves peligros». 149
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