BCCCAP00000000000000000000528
Resulta siempre más cómodo quejarse de las groserías de los hombres que dominar las propias pasiones; más cómodo. sin duda, pero menos racional y menos noble. Ambas postu– ras son reprensibles, la de la mujer que tienta y la del hom– bre que cae, pero es más explicable y hasta disculpable, que un hombre reaccione pasionalmente ante objetos pasionales, que el que una mujer, a la que Dios dotó de naturaleza lim– pia y pudorosa, se exhiba conscientemente como objetivo concupiscente. lVIuchas jóvenes, personalmente puras, se muestran a los hombres como infames y se sorprenden de que los hombres reaccionen en su presencia, no como lo que son y quieren ellas, sino como lo que dan a entender que son. La mujer irreflexivamente acusa al hombre de brutalidad y grosería por su conducta ante ella, pero más bien que quejarse, lo que corresponde es enmendarse. Un famoso político español dijo hace ya cien años: hay muchas mujeres buenas, pocas malas (hoy los hombres dicen que habría que rectificar algún tanto esta afirmación), pero en cambio son muchísimas las que siendo de las primeras se parecen a las segundas. El ocultamiento del cuerpo a las miradas y deseos de los hombres, fué siempre gloria y norma indeclinable de toda mujer, tanto en pueblos civilizados como salvajes. Sólo la depravada. la pública ha ofrecido su cuerpo haciéndolo rP– saltar a las miradas de los hombres. No acaban de entender las ióvenes, vencidas por su vanidad irremediable, y por el halago insistente de los mun- 144
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz