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tres zonas de moralidad o decencia. La primera la constitu– yen las manos, la cara y los brazos hasta el codo, más los pies; son las llamadas partes honestas del cnerpo. El pe– cho, las piernas y la parte superior del brazo son considera– das como partes menos honestas. En todas Pllas hay un más y un menos. La desnudez de las partes menos honPstas del cuerpo. los vestidos excesivamente ajustados o transparentes qne las hél– cen resaltar. aurn1ue de suyo rnnstituyen pecado venial, puP– den ser y lo son con demasiada frecuencin, por la debilidad y malicia humanas. ocasión de pecado grave, máxime cuan– do es muy pública. Al ofrPcimiento descarado e impúdico del cuerpo de la mujer, responde siempre la naturaleza del hombre más o menos brutalmente, segím el grado y modo de la exhibición, y esto necesariamente. Así toda mujer inmodesta, en cierto modo, es mujer profanada por la naturaleza, por los ojos, por la mente, cuando no por las obras. Raro será el caso de una mujer ofendida en su honor por el hombre que pueda razonablemente asegurar que no tuvo en ello culpa algu11a. El hombre da lo que la mujer le pide; la mujer no pide con palabras. pide con un vestido llamati– vo, con una actitud, con un gesto. No lo duden las jóvenes, cuando la fiera pasional quf:' duerme en la naturaleza del hombre brama, en el noventa y cinco por ciento ele los casos, son ellas las que la despere– zan con el ofrecimiento de su cebo apetitoso. Cuando esto acontece, no ·es suficiente adoptar una actitud digna. es obli– gatoria una rectificación de la conducta. 143
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