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La castidad es en los hombres la virtud más inasequible. La mujer ignora, por lo regular, la condición del hombre respecto de esta virtud. Juzgar al hombre por la propia si– tuación moral para indagar lo que al hombre dafla o es pe– ligroso es en la mujer error funestísimo que el hombre paga. Con ser la castidad la virtud difícil para el hombre, no constituye, sin embargo, para él problema aislado indepen– diente de cosas y de personas. El planteamiento y la solu– ción del problema <le la castidad en el hombre, está íntima– mente vinculado a la conducta externa de la mujer. No serán los hombres castos, si las mujeres no son públicamente mo– destas. Precisamente la gravedad del deber de modestia fe– menina y su urgencia nace más bien como defensa del hom– bre que como interés moral de la propia mujer. La joven. pues, que mide sus pecados de inmodestia por los efectos sentidos en sí misma, ignora su moral. La obligación de modestia en la mujer tiene razón es– pecialísima en el precepto de la caridad fraterna: hacer bien al prójimo, no hacer da:iio al prójimo. La joven inmodest:J peca contra la caridad debida al hombre y peca tanto más gravemente cuanto que el mal que ocasiona apenas si tiene defensa. Son innumerables los pecados que mujeres perso– nalmente puras ocasionan con sus inmodestias. De ellos ten– drán que responder ante el tribunal divino corno de pecados propios. 138

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