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de la Iglesia. El hombre ha recibido un poder de dirección que ha de estar al servicio del amor a la mujer y a los hijos. Como toda autoriclad, representa a la autoridad divina, en este caso el amor paternal de Dios a los hombres. Quien lo niega desconoce la verdadera noción del amor matrimonial,>. «Según la Iglesia el homhrP debe ser la imagen de Cristo y la mujer la imagen de la J\fadre Iglesia. No todos los ma– trimonios responden a este ideal. Abusos los hay siempre, pero ellos no quitan la autoridad del hombre, pues el orden divino permanece firme aunque los hombres abusen de él. El punto esencial de una mujer casada y de una madre está en su colaboración a la vivificación interna y en el cumpli– miento de la vida de comunidad de la familia». «La posición social de la mujer ha cambiado mucho, a pesar de ello los Obispos se sienten obligados a explicar con toda claridad que la mujer casada y la madre tienen su puesto más importante en la familia. Si circunstancias eco– nómicas, Ptc., las obligan a vivir fuera de casa, a consagrar se a distintas ocupaciones, serú nuestro orden económico el que haya de ser variado. Los Obispos exigen un orden justo en e1 que el jefe de familia tenga asegurado su sueldo fami– liar. Piden una reforma judicial para que la mujer y la ma-– dre vuelvan a la familia». El Papa Juan XXIII decía el 2.'3 de abril de 1960: «El cometido de la mujer se orienta directo o indirectamente :1 la maternidad; así lo ha querido la Providencia y es un de– ber vigilar atentamente para que un trabajo impropio a la naturaleza femenina no altere la personalidad de las jóve– nes con posibilidades deformantes. Esto es lo primero para defender a la mujer». 128
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