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mucho más rápido que la captación del movimiento de las mujeres católicas a la nueva situación. Sin embargo, los de– rechos conquistados tienen que ser transmitidos con el con– tenido que les confiere la naturaleza y la fe católica, salva– guardando un justo equilibrio entre libertad y responsabili– dad; entre derecho individual y deberes hacia los demás, en– tre igualdad y subordinación. «La mujer, pues, igual al hom– bre, pero subordinada, dice el Papa, usando sus derechos so– ciales, pero respetando su función primaria» Y más adelante en la misma alocu~ión éJ.ice que el deber fundamental actual de las asociaciones de mujeres católicas ha de ser: «Proteger a la mujer y concertar su actuación para que ella no pierda, en las nuevas modalidades, su dig– nidad como mujer y como cristiana». Este es el grave peli– gro de la entrada de la mujer en la vida pública que difí– cilmente la mujer sabrá salYaguardar por su sensibilidad. irreflexión y utilidades tPmporales momentáneas que esta nueva situación le crPa en la vida. Grave problema humano es saber contener lo utilitario cediendo al deber. En carta magistral han dicho los Obispos cfo AlPmania a su pueblo: «SPgún el derecho divino y natural, el hombre y la mujer son iguales en dignidad y libertad. Esta igualdad no excluye desigualdades legales en la postura de ambos en el matrimonio y familia. Las diferencias están fundamen– tadas en las diferencias esenciales naturales del hombre y la mujer. El orden natural exige que en una comunidad, aún en las más pequeñas, una autoridad garantice la unidad. Quien niegue por principio la responsabilidad del hombre como cabeza de la mujer y del padre como cabeza de la fa– milia. se coloca en oposición con el Evangelio y la doctrina 127

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