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mujeres vienen obligadas a conservar, defender e incremen– tar... » Y más adelante en esta admirable alocución añade, com– batiendo ciertas corrientes que intentan hacer derivar el va– lor y dignidad de la mujer de valores económicos y sociales. «La mujer es también una fuerza considerable en la economífl de la nación, pero condicionadamente al ejercicio de las ele– vadas funciones que le son propias; ciertamente no es una fuerza, como suele decirse, industrial al igual que el hom– bre... La cuidadosa atención que todo hombre bien nacido demuestra para con la mujer, en toda ocasión, debería ser practicada por las leyes y por las constituciones de una na– ción civilizada». Una consideración y meditación seria y reposada, sobre estas acertadísimas y sutiles palabras del Papa por parte de las jóvenes, podría acallar en ellas ciertas exageradas y des– orbitadas exigencias sociales, que, lejos de constituir gloria, las llevaría a su desprestigio y menosprecio en el mundo. La mujer grande como el hombre; digna como el hombre, si queréis, capaz como el hombre, pero distinta del hombre en su función vital y primaria. Oponerse a esto en la mente o en la práctica o en la organización social, es atacar el plan ordenado del Creador con todas sus trágicas consecuencias. El día 24 de abril de 1943 habló así a la Juventud Fe– menina de A. C. de Italia el mismo Pío XII: «Considerada la gravedad de esta hora conviene extender el pensamiento hacia un fenómeno del proceso social iniciado hace tiempo y acelerado por las circunstancias bélicas y que reclama Ja vigilante atención e intervención de la Iglesia con todas sus 123
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