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ra a mo<lo de velo que simbolizase su dependencia del va-· rón. (1 Cor. II). Sobre la dignidad de la mujer, sus valores personales y sociales y sobre los caminos modernos de su acción, habló magistralmente el Papa Pío XII en varias ocasiones. En alocución memorable al Centro Italiano Femenino el 14 de octubre de 1956 <lijo entre otras cosas: «Meta de la mujer moderna ha de ser la conservación y el incremento de la dignidad que ha recibido de Dios. La dignidad de la mujer, aunque a menudo se hable de ella, no siempre se de– muestra tener un concepto exacto y verdadero tal que pueda prevenir erróneas consecuencias, injustificados lamentos y a veces infundadas reivindicaciones. La dignidad de la mujer, dice el Pontífice, es exactamen– te la misma que la del hombre: el uno y la otra hijos de Dios, redimidos por Cristo, con idéntico destino sobrenatu– ral. ¿Cómo se puede, pues, hablar de personalidad incomple– ta ele la mujer, de minimización de su valor, de inferioridad moral? «Tanto al hombre corno a la mujer, la Providencia divina ha seüalado un común destino terreno, el destino a que tiende toda la historia humana y al que alcanza el pre– cepto del Creador, dado, por así decirlo, a los dos progenito– res». «Proliferad y multiplicaos, y poblad la tierra y someted– la y tened poder sobre ella». En virtud de este destino, común y temporal, ninguna actividad queda por ,;Í cerrada a la mu– jer, cuyos horizontes, por tanto, se extienden sobre las regio– nes de la ciencia, de la política, del trabajo, de las artes, del de– porte, pero con subordinación a las funciones primarias que a ellas le fueron fijadas por la misma naturaleza. De hecho el Creador aún stableciendo un destino común para todos los 121
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