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un mundo al revés, al revés de como Dios lo planeó y lo qui– so. Lo que, pues, Dios hizo, no lo cambien... las mujeres. DOCTRINA DE LA IGLESIA Sobre el puesto de la mujer en la vida, dijo terminante– mente el Apóstol San Pablo: «Las mujeres en la Iglesia callen». La ensefrnnza oficial del cristianismo no compete a la mujer: La Iglesia consecuente no confiere el Doctorado a mujeres santas, sino a hombres, aunque las haya cuyos escritos tengan máxima autoridad. Es el caso de Santa Te– resa, maestra indiscutible de teología mística, pero no Doc– tora de la Iglesia; en cambio, lo es San Juan de la Cruz y otros sin duda inferiores a ella como maestra. Esto suscita protestas en ciertos sectores femeninos mo– dernos pero son reacciones irracionales de personas ignoran– tes de las fuentes del orden y de la paz del mundo y de los motivos superiores que determinan a la Iglesia a tomar esas determinaciones. Dijo San Pablo sobre la situación de la mu– jer respecto del hombre: «Quiero que sepais que de todo varón la cabeza es Cristo y que la cabeza de la mujer es el varón y la cabeza de Cristo es Dios». «El varón no debe ciertamente cubrir la cabeza (cuando ora) siendo como es imagen y gloria de Dios; mas la mujer es gloria del varón, porque no procede el varón de la mujer sino la mujer del varón; pues que no fué creado el varón por causa de la mu– jer sino la mujer por causa del varón. Por eso debe llevar la mujer el velo sobre su cabeza» (en señal de sumisión). Se– gún San Pablo Dios concedió a la mujer abundante cabelle- 120
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