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prrdido ni el sincero deseo de mantenerse buena. ni la es– tima de su propia dignidad. A la juventud. frívola tal vez, pero en el fondo sana. Pienso que serán muchas las józ·enes que encuentren en mi libro afirmaciones no conformes con su ideología y con sus metas de 1 1 ida. Deben ceder su juicio y creer al libro; tiene autoridad. Harían fracasar el objetivo intrntado al es– cribirlo. si no aceptan este pensar, a z•cces para ellas tal z•ez extraiio. pero verdadero y provechoso. No faltarán tampoco lectoras que encuentren exagera– das y con tinte sombrío estas lecciones de luz. Tengan en cuenta, que aquí no se intenta precisamente alabar el hirn, ni darlo a conocer, sino manifestar el mal y sus modos so– lapados, para defenderse de él. Hay ióvcncs estupendos, la chica que los encuentre en su camino. no necesitará muchos consejos para tratar con ellos; escribo para las que tengan que topar, tal vez con esos, pero también con los otros. La juventud femenina posee cualidades bellas y no pocas vir– tudes cristianas, pero no intrresa decírselo a ella; lo que tie– ne de malo y de peligro, sí. En el mundo hay cosas agrada– bles ele Las que Lícitamente disfrutan los hombres, pero juz– go totalmente inoportuno para los finrs de este libro. hach– selo uer o amar a las jóvenes. Y a las conocen y las aman mis lectoras. Sírvame de disculpa en esta vzswn. tal vez poco grata de la vida. mi función sacerdotal. El sacerdote auténtico cuando habla de la vida, tiene que ser, casi por necesidad, algún tanto pesimista; conoce tantas debilidades y picardías huma– nas, {quá extraño que se muestre un poco receloso de la bon– dad de los hombres? 1:?

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