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La mujer quiere alternar en la vida en iguales condicio– nes que el hombre pensando que estú dotada de suficiencia para desempeirnr cualquier profesión en paridad con el hom– bre, pero no se trata de lo que la mujer puede, sino de lo que debe hacer teniendo en cuenta y respetando la función pre– ferente y esencial que Dios la confirió. Las experiencias realizadas confirman que cuando se es– tablece la ley de igualdad ab~oluta y total de derechos socia– les entre el hombre y la mujer, los pueblos padecen una re– volución interna de peores consecuencias que las mús graves revoluciones de la historia: El hogar, cuna y molde de la Humanidad, deja de ser garantía de paz, orden y religión. Los valores rnús preciados de la mujer: delicadeza, pudor, re– cato, piedad, se amenguan hasta casi desaparecer. La tran– quilidad de espíritu, la rectitud natural de la mujer, su ins– tinto de abnegación y su generosidad se debilitan, y en su lugar aparecen el egoísmo, la codicia y el ansia desenfrena– da de placeres sensibles, que incapacitan a la mujer para desempeüar su función búsica e imprescindible en la vida. La vida moderna tiene ciertamente exigencias económi– cas que la mujer no puede desatender, pero no siempre estas exigencias están acordes con la ley de Dios y con obligacio– nes superiores. No todo en el mundo marcha bien. La mujer que ama y busca como propios, objetivos sociales contrarios a su condición y sexo, demuestra tener pervertida su mente y atenta contra sus auténticos valores humanos. La mujer podrú poner en marcha un complejo industrial con la perfección que un hombre; trazará un plano de cons– trucción mús bello que el hombre. Aún más, un mundo go– bernado por mujeres podría ser un mundo mejor, pero sería 1 19
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