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jóvenes el chiste verde es la salsa miis apetitosa de la con– versación; les pasa lo que a ciertos animales que comen es– tiércol y les sabe bien. Pero la verdad es que el chiste verde es la manifestación externa de un alma sucia, el olor podri– do de un alma que lleva estiércol. Hay charcas de agua en putrefacción y hay charcas de almas en pecado, ambas des– piden el mismo hedor. San Pablo mandó que lo deshonesto ni nombralo entre cristianos. Si existe algo antifemenino, es la grosería, la vul– garidad. Todo hombre mantiene un concepto alto y espiri– tualista de la mujer, el chiste verde la rebaia, la degrada. El mal del chiste verde no estii únicamente en su inmundicia. lo está aún más en que se le exalte, y se le tiren flores. El chiste verde es una de las cosas de las que dijo el Divino l\1aestro que manchan al hombre. I ,a joven con las manos sucias no cstii manchada según doctrina del Señor, lo está en cambio cuando de su alma sale fuera la inmundicia que al– berga. El chiste verde es álito mal oliente de un alma podri– da. No lo dude la joven. La juventud femenina tiende pujante hacia la libertad en el desempeño de las profesiones en paridad con el hom– bre y la busca con aspiración legítima ennoblecedora. EstR equivocada en sus aspiraciones. Alcanzar esa meta traería a la humanidad gravísimas complicaciones y males morales: la mujer perdería estimación, posibilidades y hasta la ten– dencia hacia sus funciones esenciales e insustituibles; la ma– ternidad terminaría por resultarle molesta y antipática; sus características temperamentales, su decencia y su honor no se podrían mantener ni defender suficientemente. Por todo esto la Iglesia se opone a ello y pide y exige a las autorida-

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