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la superac10n de una dificultad grande? Cuando ella es in– superable y se vence se manifiesta el heroismo. ¿Tiene la juventud moderna aspiraciones a la gloria? El deber es una exigencia de fuera que coarta la libertad y las pasiones; el debPr no se cumple sin resistencias ni pro– testas de la naturaleza. La joven que intente vivir haciendo de sus gustos y pasiones ley suprema de conducta, será nr~– cesariamente una mujer mala y ruín y por ruín y mala, des– preciable. La juventud femenina precisa renovar insistente la ide3 cristiana de que la existencia no tiene razón de ser sino en plan de servicio. «Vivir es cumplir una misión». Son muchas las jóvenes para quienes los fines objetivos y sagrados de la vida y del matrimonio tienen ya en su mente un valor secundario. Para ellas es antes el interés y la comodidad. Ya lo dijo el Se– ñor, en la vida «sólo una cosa es necesaria». Fórmula indecli– nable de vida que bellamente plasmó José Antonio Primo de Rivera en su ya clásica expresión del hombre portador de va– lores eternos. Esto lo va olvidando la juventud femenina. Sin embargo, sólo dentro de ese círculo tienen las acciones huma– nas valor. Ya lo dijimos: el tiempo existe para la eternidad; todo lo que no sea esto es perderlo, dilapidarlo. En cristiano perder el tiempo tiene siempre un sentido trágico. El hombre está, debe estar, en la tierra como el ave encerrada en la jau– la, mirando y piando por las alturas. La existencia de la mujer tiene por ordenación divina !a función social de hacer que el hombre mantenga vivo el sen– tido superior de su existencia. Todo lo que la mujer tiene por naturaleza está encaminado a esta ejemplaridad espi- 101

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