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EL P. J. m, PEÑACERRADA Y I,A INMACULADA 237 liga la pureza virginal de María con la Divina Maternidad. Pero sobre esto volveremos al final de nuestro estudio. Como resumen de cuanto llevamos dicho sobre las relaciones íntimas que el P. Peñacerrada establece entre la Inmaculada y la Divina Maternidad, acotamos un bellísimo párrafo de un sermón sobre la Inmaculada en el que atrevidamente establece un paralelo entre la generación eterna del Hijo de Dios y su generación temporal y entre la santidad que acompañó a la pri– mera y debió, consiguientemente, acompañar a la segunda: "Oíd esta teo– logía profunda, y casi inaccesible a la comprensión humana; fué electa María para engendrar en su claustro virginal al que eternamente es engendrado por el Padre en su propio seno; era, pues, justo que, así como por la ge– neración eterna hay substancialmente en el Hijo todas las perfecciones de la naturaleza divina del Padre, exceptuando las que competen a cada persona por su existencia hipostática, las que son incomunicables, así también en la generación temporal la madre tuviese en sí, mediante la generación del Verbo, las mismas perfecciones que éste, excepto aquellas que esencial– mente le competen al Verbo por la unióa de las dos divina y humana. ¿Fué siempre Santo el Hijo? Santa debía ser la Madre; ¿siempre inocente el Hijo? Siempre inocente la Madre; ¿siempre inmaculado el Hijo? Siempre Inmaculada la Madre... ¿Y podría ser esto así, si ni por un mo– mento hubiese reinado el pecado en su alma santísima?" (16). La segunda razón en pro de la Inmaculada la funda el P. Peñacerrada en que la Virgen se eleva infinitamente sobre los demás santos en cuanto la infinidad cabe en creatura. Es la argumentación que parte del principio que hoy los mariólogos llaman de "singularidad" o "transcendencia". Con precisión teológica enuncia el Seráfico Doctor este principio: "Cum ergo sit (Maria) super omnes ordines, per se constituit ordinem" (17). Esto de consti– tuir orden aparte tiene altísima significación en la concepción bonaventu– riana del descenso jerárquico de los seres con relación a Dios. Pues bien; al afirmar San Buenaventura que María forma un orden aparte, nos indica que, si dista de Dios infinitamente por ser creatura, también dista infinita– mente de las creaturas, en cuanto en este caso cabe hablar de infinitud, pues entre María y las demás creaturas no cabe término de comparación. Esta doctrina del Seráfico Doctor es la que sigue el P. Peñacerrada al propugnar según sus propias palabras "el principio de la superioridad infi– nita de la Virgen, comparada con los demás vástagos de la naturaleza hu– mana" (18). Al exponer dicho principio parece comentar el "per se consti- (16) Sen1101ics inéditos morales, dogmáticos !' 1 ,anegíricos..., t. 3 (Madrid 1881), 10-11. (17) 2 Scnt.. d. () q. 7 rq1:ar2.rchi, 2, 233). (18) o. c., j). 192.

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