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244 l:'RAY l:'EL!CitarO DE VÉN'tOSA, O. F, H. a primera vista, escribe, que la Virgen ha de ser mucho más que los án– geles y los hombres, tan pronto como se realice el gran portento de la ge– neración temporal del Verbo Divino en su seno, y no antes: y sin embargo, no es así; porque no es precisamente la maternidad divina la causa inme– diata de su elevación sobre aquéllos, sino la pureza de alma que tuvo en el primer instante de su existencia. Y en efecto, así como en el orden del tiempo primero fué la creación del alma de la Virgen que el acto de en– gendrar a Dios, así precedió con la misma distancia la preparación de esta Virgen a la gran dignidad: y pues la Virgen no podía empezar a existir, sin existir para ser Madre de Dios, en cuya dignidad tiene una excelencia in– comunicable a otra creatura, no era posible que se le concediese otra gra– cia en aquel instante, sino la correspondiente a su maternidad futura. Es por tanto la gracia de la pureza lo que eleva inmediatamente a la Virgen con grados sobre los ángeles y los hombres" (34). He aquí cuán bellamente liga en el plano histórico de la ejecución el principio de "singularidad" o "transcendencia" a la gracia inicial de María, que fué su Concepción In– maculada. Es cierto que la alteza de la gracia inicial de María es propor– cional a la dignidad a que ha sido predestinada; pero es también cierto ser la pureza la que inmediatamente eleva a María sobre toda otra pura crea– tura, como ya dejamos indicado ulteriormente en páginas anteriores. Es éste un matiz de nuestro autor que merece ser recogido en toda síntesi:,, mariológica. Sobre la cuestión de si María mereció la divina Maternidad, el P. Pe– ñacerrada la estudia ligando la Maternidad a su Pureza en el plano de la ejecución. Su doctrina a este particular es la corriente en los tratados de Mariología, aunque tiene el mérito de una exposición clara y precisa cuando estos problemas aún no se sentían con agudeza como ahora, debido al pro– greso de los estudios marianos. El P. Peñacerrada alega en apoyo de su doctrina a los mejores teólogos. Después concluye en estos términos, en los que compendia su pensamiento: "Todo este raciocinio hace este gran teó– logo (se refiere a Suárez, a quien había citado textualmente), siguiendo la doctrina de Santo Tomás de Aquino, quien afirma con casi todos los Doc– tores de la Iglesia que, una vez elegida la Virgen para ser Madre de Dios, queda fuera de duda que Dios mismo, a fuerza de gracias, la hizo idónea para esta dignidad" (35). Esta misma doctrina expone en el memorial dirigido a Pío IX por el que le pedía la definición dogmática de la Asunción de María a los cielos. Así escribe en dicho memorial: "Nunca hubiera podido llegar a aquella (34) o. c., p. 340. (35) o. c., p. 365.
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