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242 FRAY J.'fü,ICIAKO DE VENTOSA, O. :F. M. del corazón, la nobleza del sentimiento, el fuego del entusiasmo y el calor del amor a las almas" (28). Sin proponerse de modo tan explícito este tema, ha visto el P. PeñaCl.'– rrada en María el ideal de la mujer en su plenitud, al sintetizar en su pe:r– sina las dos más bellas coronas que pueden ceñir las sienes de ésta: la viI– ginidad y la maternidad. "Fácilmente, dice nuestro autor, que María es la bendita entre todas las mujeres, porque es el portento de la naturaleza de la mujer... Es Virgen y es Madre y con esto supera de un modo inefable a todas las mujeres: supera a las vírgenes, porque es virgen y madre; supe;;a a las madres, porque es madre y virgen: fecundidad e integridad, mate:r– nidad y virginidad... , todo esto se encuentra en María" (29). He aquí d ideal. Mas este ideal no es muerto y sin calor; al contrario, es principio <le elevación, de purificación, de catarsis, como dirían los griegos. Por ello el Padre Peñacerrada dedica el libro trigésimo tercero de su obra fundamen– tal citada a exponer el sentido catártico de la devoción a María. Así titula el contenido de dicho libro: "La maternidad de la Virgen es el medio para !;.?levar hacia Dios los sentimientos del cora~ón del hombre" (30). En la sec-– ción tercera de dicho libro nos hace ver a María como "el amor de lo bello y perfecto". Allí leemos este párrafo con el que concluímos este tema tan sujestivo y digno de una monografía especial que lo estudiara a través de los siglos (31): "La sociedad humana... se levantó del sueño en que yacía desde que se propuso por modelo de acción y de pensamiento las obras y las ideas de la Virgen: en la maternidad divina y sus consecuencias brilla– ban con un sol la armonía de los sentimientos más puros del alma con las ideas más sublimes del espíritu: en el alma de esta Virgen Dios deposita tode, su amor, y de esa misma alma sale una correspondencia perfecta, a la cual sirviese de espejo a los hombres para que, puesto que Dios hizo sus corazones para amar, amasen lo que es digno de ser amado, las bellezas de la virtud" (32). Después de estas expresiones vienen evocadoras las palabras de Edmun- (28) Trad. por Enrique Dí<'z, O. S. B. (ed. Fax, Madrid 1942), Z25. (29) (). c., p.. 1,R(}. (30) o. c., p. 474. (31) Este terr.a de la elevación moral por la mujer es vivamente sentido por la cultura cristiana medieval dt!rante la éroca caLalleresca, y precisam1cnte en cuanto veía en toda nm-– jer una encarnaci(,n de las virtndes de María (Cf. \NALDI:1L\R VEDET,, Jdeale.r de la Edoii Media, t. II, pp. 17-2-+ (Barcelona 1933). San Frandsco encarnó su ideal elevador ;,n unam11 Pobre:a", con la que contrajo las mismas bodas cantadas por el arte. Este ideal de la eleva-– d(m se mundanizú y aun paganizó en los poetas del Renacimiento; pero fué de nnevo reco– gido por San Bernardino de Sena parn ,-erlo de nuevo en la Virgen, de quien sentía autrn– tirnmente enamorado. Basten estas indicaciones para probar que ~10 ·t•terno femenino" ~ b~stante anterior al ideal femenino paganizantr de Goethe o de Niet!che (32) o. c., p. 489.

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