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fü, l'. J. DE PE};ACilRRADA :: !,A IN!>íACVf,AD.\ 241 Pues bien; estas ideas geniales vienen a la mente del P. Peñacerrada al esbozar el grandioso plan redentivo y la influencia de María. En María ve unidos y entrelazados los tres grandes misterios de la Encarnación, de la purificación o, mejor, deificación del hombre, y de la reformación de lo creado. Dios tenía a María, escribe el P. Peiíacerrada, "como el medio de obrar el gran portento de la aparición de su Hijo en la tierra, y el no me– nor de subir a los hombres aí cielo, como a la xeformadora de las obras de Dios deterioradas por la culpa, como a la Madre del Verbo Divino huma– nado, como a la consumadora de todo bien" (25). "Ella estuvo predestinada, escribe en otro lugar, para que fuese el principio de donde dimanase la nueva creación de lo que había sido creado, y pudiese decirse de Ella con toda verdad: El Señor me poseyó en el principio de sus caminos, es decir, me hizo ser la primera de toda pura creatura" (26). Ahora bien; el P. Peñacerrada de estos principios concluye que sería absurdo pensar que quien tiene por finalidad según los planes de Dios ser instrumento de estos tres misterios: Encarnación, purificación o deificación del hombre y elevación o regeneración del universo, haya estado envuelta en la mancha de la culpa. Es éste su razonamiento teológico al comentar el relato bíblico de Ester, figura de María. Como para Ester, tampoco para María fué sancionada aquella ley, "por ser lo más grande y excelente que hay entre todos los seres después de Dios" (26). "Esa Virgen, añade, es el centro de donde parten y a donde convergen todas las obras divinas... Es la Virgen el quicio sobre el que se mueve y donde gira la máquina de la creación del hombre y de su regeneración... " Absurdo, por lo mismo, que María, con tan divinas funciones que cumplir, estuviese avasallada por el mal y el pecado que había desarticulado que ella venía de nuevo a ar– ticular y vertebrar (27). Esta prueba tiene, además, un matiz interesante y de actualidad: nos referimos a su sentido catártico. J. Sellmair ha expuesto nítidamente este tema catártico con relación a María en su libro El sacerdote en el mundo. De él tomamos unas líneas que nos adentran en esta psicología sobrenatu– ral: "La frase de Goethe: "El eterno femenino nos eleva hacia arriba" -que expresó ya antes el mismo ascético San Bernardo con estas palabras: Vir non erigitur nisi per feminam- vale ante todo por medio del culto de María... En el servicio de Maxía se renovarán la fe en el ideal, la pureza (25) o. c., p. 31. (26 a) O. c., p. 35. (26 b) O. c., p. 91. (27) o. c., pp. 27-36. 17
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