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240 profecía del Génesis, escribe: "Cuando plugo a Dios anunciar la existencia ñe la Virgen a Lucifer, descubrió cuáles serían las relaciones entre los dos, y empezó a hablar compendiándolas en la primera palabra que dijo. Esta fué "enemistades" (Gn. 3, 15). "Por eso, sigue diciendo, la enemistad de Luci– fer era ya inveterada cuando esa creatura inmaculada entró en el mun– do" (22). "Dios tenía dispuesto, escribe en otro lugar, que su Hijo huma– nado redimiese a todos los hombres, salvándolos de la culpa después de ha– ber caído en ella, excepto a la nobilísima mujer que estaba predestinada a concebirlo y engendrarlo en su seno santísimo: pues a ésta debía redimirla de otro modo, preservándola de toda caída, criándola pura e inmune de toda mancha, para que al momento mismo de existir estrellase al ángel caído" (23). Inútil seguir acumulaicdo textos sobre un tema que por ot¡i parte es sobrado conocido y en el q:1e, si cab,~ mucha literatura, hay poco campo para la originalidad teológica. El P. Peñacerrada es en este tema uno más en la larga serie de escritores y teólogos que han sentido profundamente la eterna guerra que se inició en el paraíso y se continuará hasta el final de los siglos. Ahora bien, y es esta la conciusión final, para que esta pugna no carezca de sentido y dimensión requiere por parte de María una Concepción In– maculada. Y en esto consiste precisamente la prueba, que el P. Peñacerrada :fonnula en sustancia como los demás teólogos. Un.a cuarta razón se ofrece a la mente del P. Peñacerrada para afirmar la Concepción Inmaculada de María. Se funda en la relación de María con el cosmos, con la obra entera de la creación. Es frecuente en los Santos Padres vincular a la caída del hombre la des– articulación de la creación entera. En nuestro estudio "A la paz por la En– caristía" (24) mostramos cómo el Seráfico Doctor ve en el pecado un mal, no solamente para el hombre, sino también para el cosmos, en su totalidad. Y esto por doble mntivo: en cuanto el cosmos desde el día del primer peca– do, en vez de ser instrumento de elevacfón y escala para Dios, se ha con– vertido en tropiezo y en campo de maldad, y en cuanto le falta el sacerdote o liturgo que dé a Dios las alabanzas debidas por los beneficios cnmunica– dos a las creaturas todas. Ambos males fueron remediados por la Encarna– ción. Desde aquel día, el mundo vuelve a ser instrumento de elevación, nuevo "itinerario" para Dios, aunque má<; trabajoso que el primero. Y tam– bién el mundo vuelve a tener el sacerdote o liturgo que le represente ante la Majestad del Hacedor. (22) o. c., p. 519. (23) O. c.. p. 5'26. (24) En 1:st. Franc., 53 (1952), 329.

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