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2.-Unión con Cristo por el amor, demostrado en las obras Del amor, hoy como siempre, se ha hablado mucho. Hablan y cantan poetas, músicos y enamorados. Pero nadie lo ha hecho con tonos tan divinos y humanos, con tanta exigencia como Cristo hasta convertirlo en la esencia de la nueva Ley y distintivo del auténtico cristiano. «Un nuevo mandamiento os doy: Amaos los unos a los otros; como yo os he amado, así debéis amaros los unos a los otros . En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que tenéis caridad unos con otros.» (Jn 13, 34-35). Mas aún; el amor, manifestado en el cumplimiento de sus ense– ñanzas y ejemplos, al unirnos a El, nos une, de modo inefable, al Padre y el Espíritu Santo hasta el punto que la Trinidad inhabite, haga morada en nuestra alma. «Entonces conoceréis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. Quien admite mis mandamientos y los cumple, ése es el que me ama. Y quien me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me daré a conocer a él... Quien me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y fijaremos en él nuestra morada ... El Abogado, el Espí– ritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, os hará com– prender y recordar cuanto yo os he dicho.» (Jn 14, 20-26). 3.-Unión con Cristo por los Sacramentos Los Sacramentos, signos sensibles, establecidos permanentemen– te por Jesucristo para significar y conferir la gracia santificante, nos unen a El. Aunque los siete Sacramentos tienen su propio y específico valor santificante y unitivo, Jesús, en su predicación, llama la atención principalmente sobre alguno de ellos: 40 A) El Bautismo, puerta y fundamento de todos los otros sacra– mentos: «Quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3, 5). Lo ratifica San Pablo: «Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, ya que todos los que fuísteis bautizados en Cristo, fuísteis revestidos de Cristo» (Gal 3, 26-27). Ese revestirse, en el sentido teológico-bíblico del Apóstol no in– dica algo superficial y externo de quita y pon; sino algo inter– no, indeleble y permanente que nos une e identifica con Cristo eternamente; aunque el mal uso de la libertad -el pecado– pueda apartarnos de El y su gracia.

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