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4. Unión e identificación con Cristo La imitación de Jesucristo, de la que hablábamos en la lección anterior, supone mucho, en cuanto al conocimiento, amor e intimidad con El. Cristo tuvo la delicadeza de pedirnos aún más; algo que no hubiéramos podido ni soñar: la unión e identificación con El. «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. El corta todo sarmiento que, unido a mí, no dé fruto, y limpia todo sar– miento que da fruto, para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he dirigido. Permaneced en mí y yo per– maneceré en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en él da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada ... ». (Jn 15, 1-5). Aunque el Divino Maestro se expresa en alegoría o parábola, no por eso deja de ser una realidad esa unión con El que nos exige. Es sobre todo el Apóstol San Pablo, en los capítulos 1O y 12 de su primera carta a los Corintios, así como en las cartas a los Romanos (12, 5), Efesios (1, 23; 2, 16 ss.; 4, 4 ss.; 5, 23 ss.) y los Colosenses en los tres primeros capítulos, quien nos expone claramente y con amplitud la doctrina de la unión e identifica– ción con Cristo, al hablarnos de ese misterio real del Cuerpo Místico de Cristo. S. S. Pío XI 1, el 29 de junio de 1943, dirigió a todos los cris– tianos su magistral Encíclica que comienza así: «La doctrina sobre el cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, recibida primeramente de labios del mismo Redentor, por la que aparece en su propia luz el gran beneficio de nuestra estrechísima unión con tan excelsa Cabeza - Cristo-, es de tal índole que, por su excelencia y dignidad, invita a su contem– plación». 1.-Unión con Cristo por la fe Cuando Jesús habla claramente de su filiación divina y se atribu– ye idénticos poderes al Padte, nos dice: 38
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